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Las orcas aprenden a ‘robar’ a los pescadores del Estrecho

Dos de los cinco grupos de cetáceos que habitan en la zona han aprendido aprovecharse de los pescadores que capturan atún con palangre. Investigadores españoles muestran cómo son capaces de transmitir conocimientos de unos a otros.

 

Estamos en pleno mes de julio y un grupo de pescadores marroquíes recoge el aparejo después de varias horas de trabajo. Al arrastrar uno de los palangres descubren que hay un atún enganchado en los anzuelos, pero sucede algo raro. Ya cerca de la barca advierten que el animal tiene medio lomo arrancado y ha sido mordisqueado por las orcas. Estos cetáceos han aprendido a merodear por la zona y se aprovechan del trabajo de los humanos. "Hemos observado este comportamiento desde el principio de nuestro estudio, en 1999", explica Ruth Esteban, bióloga investigadora de la asociación CIRCE. A ella no le gusta la palabra "robar", pero reconoce que el comportamiento de las orcas causa un perjuicio a los pescadores. "Claro que les molesta", explica. "El atún cuesta mucho pescarlo y cuando se lo muerden baja su precio". En uno de los pocos estudios sobre el impacto, realizado en 2004, se documentó que 6 de los 42 atunes que llegaron a la lonja habían sido mordidos por los cetáceos.

Esteban y su equipo lleva más de una décadas estudiando el comportamiento de las 39 orcas que viven en la zona del Estrecho de Gibraltar y conforman cinco grupos diferentes. En un trabajo publicado en la revista científica Behavioral Ecology and Sociobiology, los científicos explican que dos de los grupos han aprendido a aprovecharse de los pescadores de palangre entre los meses de julio y septiembre y que el comportamiento ha sido aprendido y transmitido de unos a otros. "Las orcas se alimentan del atún rojo, en primavera y verano, que es cuando estos peces migran. Persiguen a los atunes durante media hora hasta que quedan agotados y entonces los pueden coger", explica Esteban a Next. "Lo que vemos en verano es que algunas de ellas también interaccionan con una pesquería que es de palangre aquí en el Estrecho. Patrullan alrededor de los pesqueros esperando a que alguno haya cogido el atún y lo suba para hacerse con él".

 

Lo interesante del estudio es que este comportamiento parece fruto del aprendizaje social de los cetáceos. Solo los individuos pertenecientes a dos de estas familias conocen cómo interaccionar con el palangre, lo que indica que se han transmitido la información de unos a otros. "Pertenecer a un grupo determina si tienes ese conocimiento o no", explica Esteban. "Ninguna orca que no sea de estas familias ha llevado a cabo esta práctica". Esos dos grupos formaron una sola familia hasta el año 2006, cuando al aumentar su número llegaron a un tamaño crítico y el grupo ser dividió en dos. En otras palabras, los dos grupos heredaron la técnica para pescar junto a los humanos.

 

Aunque aquí es arriesgado hablar de transmisión "cultural", sí se han documentado otros casos en que estos odontocetos son capaces de transmitir conocimientos de generación en generación. "En otros grupos de orcas hay técnicas que son un poco más visibles", relata Esteban. "El típico ejemplo se da en Patagonia, donde las orcas capturan leones marinos y las madres enseñan a las crías". En los dos grupos de orcas "ladronas" de pescado también se observan algunos comportamientos que podrían ser aprendidos, aunque faltan datos para saberlo a ciencia cierta. "A veces se ponen como a jugar con los peces luna, sobre todo las crías", explica la bióloga. "Los empujan con la boca y parecen que se lo pasan unas a otras, no sabemos si por diversión o por aprendizaje".

El número de orcas en el estrecho permanece más o menos estable en las últimas décadas, aunque en el catálogo de especies amenazadas están clasificadas como vulnerables. "Nos preocupa mucho su bajo número, que incluso a nivel genético no es muy viable", asegura la bióloga de CIRCE. El principal riesgo para esta especie es su dependencia con el atún rojo, que también está bastante amenazada. "Es su presa principal y cualquier cosa que le pase al atún les va a pasar a ellos", asegura Esteban, aunque una cosa que han comprobado es la gran capacidad de adaptación de las orcas, que han sido capaces de adaptarse a los diferentes niveles de atún rojo que ha habido en los últimos años. "No tenemos evidencias con estudios pero sí sospechamos que bajó su número después del declive del atún. Y ahora con la recuperación también se han beneficiado”.

 

Referencia: Maternal kinship and fisheries interaction influence killer whale social structure (Behavioral Ecology and Sociobiology) DOI 10.1007/s00265-015-2029-3