Los percebeiros lanzan su ataque

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Santa Mariña tiene 45 casas, malas carreteras y una economía basada en el mar. Cuando el Prestige se hundió, el chapapote rodeó el pueblo entero. María del Carmen, una percebeira que además lleva el Cabuxo, el único bar del pueblo, recuerda el amanecer del día 14: «Decían que a mancha estaba a 40 millas e xa tiñamos todo negro».

Su marido, Hermindo Mouzo, también es percebeiro. «O Cason -dice-, non foi nada comparado con esto». Con toda la aldea rodeada de chapapote, los voluntarios y los militares tardaron un mes en llegar. «De nós -cuenta Hermindo-, acordáronse o primeiro día e nunca máis». Fueron los percebeiros de Santa Mariña y de Arou los que se pusieron manos a la obra siguiendo el ejemplo de las Rías Baixas para realizar un trabajo todavía más duro que su profesión. Todas las mañanas salen en sus lanchas y se empapan en chapapote. Sus esfuerzos apenas se notan. De los voluntarios hablan maravillas los de Santa Mariña: «É increíble o que está facendo esta xente», dicen. Y siguen trabajando contra capas de fuel de 50 centímetros de espesor que no dejan de llegar en una eterna marea negra.

Hermindo y Mari Carmen tienen una caseta en el puerto con los aparejos. Ayer, cinco semanas después del accidente, era imposible llegar hasta ella sin mancharse.

Los percebeiros de Muxía y los de Fisterra fueron también los primeros en salir a limpiar su costa. Sólo ellos la conocen palmo a palmo, roca a roca, y saben cómo enfrentarse al mar para robarle el fuel. Y sólo ellos saben también que mientras la Administración no sabe qué hacer con los voluntarios, existen decenas de pequeñas calas que llevan un mes cubiertas de chapapote.

Ayer, además de aprovechar la marea para sacar fuel del mar -en Santa Mariña tenían que cortarlo con una pala porque su grosor impedía casi moverlo-, se afanaron en tierra. Y pese a todo, los percebeiros se sienten olvidados. Nadie los llamó para limpiar durante semanas, cuando se ofrecieron desde el primer día. Les pusieron pegas para cobrar por su trabajo y encima la costa de la que viven sigue negra: «Muxía sae moito na tele, pero lugares como Santa Mariña están máis cheos de fuel», cuentan