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La extinción del atún rojo por la amenaza de las granjas

Los japoneses aprecian el pescado como casi ningún otro pueblo en el mundo. El atún rojo ('honmaguro') está entre sus favoritos. En el Mercado Central de Pescado de Tsukiji, en Tokio, se pagan entre 60 y 70 euros por kilo. Por un ejemplar de 444 kilos capturado en la costa de Aomori (nada excepcional ya que pueden llegar a pesar hasta 680) se pagó la cifra récord de 144.000 euros (unos 24 millones de pesetas). Quien sea capaz de atraparlos puede convertirse en multimillonario.

Desde hace siglos -los romanos ya usaban la mojama como alimento para sus legiones-, el atún rojo ('Thunnus thynnus') ha sido una pieza codiciada. Sin embargo, la irrupción de los japoneses en el mercado ha trastocado el sector. Tradicionalmente se capturaba tras su entrada en el Mediterráneo con almadrabas, un laberinto de redes ancladas al fondo que conducen al pescado hasta un copo que es izado desde cuatro barcos. Se conoce como atún de derecho al que entra a desovar entre mayo y junio: son ejemplares soberbios, bien alimentados. A los que, una vez acabada la freza y agotados por el esfuerzo, salen en busca del Atlántico se les llama atunes de vuelta. En el Cantábrico, la flota de Hondarribia se ha especializado en los últimos años en pescarlos con caña y cebo vivo (2.000 toneladas en 2002). En Francia y España se usan también pesqueros de cerco y palangres.

Alguien pensó hace unos años que para qué comercializar los atunes en plena temporada. Mejor mantenerlos con vida hasta que disminuyeran las capturas en fresco y venderlos meses después. En especial en Navidades cuando escasea y más alta es su cotización. Así nacieron las granjas de engorde y engrase de atún.

Se trataba de aprovechar la migración anual. Tras ser capturados a miles por cerqueros, los atunes son introducidos en mallas cerradas y trasladados por remolcadores hasta las jaulas de engorde. Son cercados de entre 30 y 60 metros de diámetro, que calan unos 20 metros. Tienen forma circular o hexagonal. El sistema cerrado de redes se sostiene con flotadores. Cada granja posee entre 3 y 10 jaulas, alejadas unas pocas millas de la costa. Cada una es capaz de contener cientos de ejemplares que son alimentados regularmente con pescados como anchoa, alacha, caballa y arenque. «Para producir un kilo de atún rojo se necesitan de 10 a 25 kilos de ese otro pescado. Su sobrepesca está afectando a los delfines que, en gran cantidad, se concentran en la zona de Cartagena», denuncia Pedro García, de la Asociación de Naturalistas del Sureste (Anse), el área donde hay más factorías de engrase.

Tecnología japonesa

«El negocio -recuerda García- empieza cuando se comprueba que los atunes pueden recuperar la grasa que han perdido durante el desove que realizan en el Mediterráneo. Toda la tecnología para estabularlos viene de Japón. Tras la tremenda caída de capturas de atunes rojos en el Caribe y en el Atlántico Oeste la alternativa estaba en el Mediterráneo».

Los primeros en engordar atunes fueron industriales murcianos, hacia 1997. Poseían flotas de palangreros que dedicaban a pescar emperador y atún rojo para los japoneses y pronto olfatearon el negocio. Sólo una de estas granjas, situada frente a la Aguja de la Muela, en Cartagena, ingresó 2.000 millones de pesetas en 1999 por las ventas a Japón.

Como de costumbre, el dinero disparó la codicia. «Se ha llegado a una producción desmesurada», denuncia Raúl García, responsable de pesquerías de WWF/Adena. El pasado año, cerca de 25.000 toneladas de atún salvaje fueron introducidas en jaulas en el Mediterráneo tras ser capturado por la flota de cerco industrial (en su mayoría con bandera francesa). La cuota fijada por la Comisión Internacional para la Conservación del Atún del Atlántico para esta especie es de 32.000 toneladas, pese a que su propio comité científico ha alertado de que capturas de más de 26.000 toneladas anuales no son sostenibles a largo plazo.

Los ejemplares de jaula no pasan por la lonja y son exportados directamente a Japón con lo que no existe un control directo sobre las capturas. En 2003 había ya 9 granjas que ocupaban 3,5 kilómetros cuadrados de superficie marina. La revista Mar constata la existencia de 5 granjas operativas (con 37 jaulas y una producción solicitada de hasta 7.182 toneladas) así como otras 5 nuevas empresas (con 32 jaulas y una producción prevista de 5.004 toneladas). En Andalucía hay, además, dos granjas operativas (con 6 jaulas y una producción prevista de 545 toneladas ampliables) y dos peticiones de apertura. En Cataluña está prevista también la instalación de otras dos granjas. Los ecologistas se quejan de que ninguna cuenta con el estudio de impacto medioambiental previo a su puesta en marcha.

La pesquería ha llegado a ser tan efectiva, que la UE ha tenido que dictar una norma para prohibir a los barcos que empleen helicópteros o avionetas para detectar los cardúmenes en el mes de junio. Cerca del 80% del atún rojo llegado a Japón procede de granjas ubicadas en España, Italia, Croacia, Malta y Turquía (la mayoría participadas con capital murciano).

En concreto, según datos oficiales japoneses, las granjas mediterráneas les hicieron llegar 21 millones de kilos en 2003. En 2002, las ventas de atún rojo estabulado en el Mediterráneo alcanzaron los 170 millones de euros, apunta Pedro García. En ese mismo año, España exportó 6.006 toneladas a Japón; Croacia, 3.190; Malta, 2.311 e Italia, 1641. Pero el negocio se acaba.

«El fuerte incremento del engorde ha provocado ya la saturación del mercado japonés», resume Raúl García, de WWW/Adena. La presión sobre los bancos reproductores ha colocado a la especie «al borde del colapso», precisa el responsable de Anse. Las capturas para las granjas murcianas (una de ellas se ha visto obligada a reajustar su plantilla) son realizadas por cerqueros franceses al Sur de Baleares, en aguas de Córcega, al Sur del Cabo de Palos y, también, en aguas abiertas del Atlántico. Una vez capturados, los atunes son traspasados a jaulas flotantes y remolcados hasta las costas. No hay cifras sobre la mortalidad de atunes en ese transporte .

Ya en las jaulas pasan varios meses antes de ser sacrificados. Bien a tiros, bien con el empleo de un tubo de acero (machota) que se les introduce por un ojo y se les saca por el otro para evitar dañar su carne. Una acción que contrasta con el sumo cuidado que se emplea en mantenerlos con vida. Para evitar que los atunes sufran embolias o trombos son alimentados con compuestos naturales provenientes del ajo. Una vez muertos son refrigerados o congelados para ser exportados por vía aérea.

Dinero público

Además del daño sobre la especie, la práctica del engorde intensivo produce, según los ecologistas, daños medioambientales: la destrucción de las praderas de algas de Posidonia oceanica sobre las que se sitúan las jaulas o el impacto sobre las especies que se emplean para su engorde (dado su escaso aprovechamiento que los naturalistas no dudan en calificar de «despilfarro»). Tanta carnaza en el agua ha cambiado también la estructura ecológica de las zonas de engorde. Hay más predadores como angelotes o tiburones. Otros impactos a tener en cuenta son la contaminación de las aguas por las excreciones y el impacto medioambiental sobre «áreas frágiles» como Cabo Tiñoso, El Gorguel o Puntas de Calnegre, en Murcia.

Desde WWF/Adena se alerta también de que se está engordando al atún con arenque contaminado, no apto para el consumo humano, y capturado en el Báltico y en el Mar del Norte. «Japón está preocupado por las tasas de metilmercurio presentes en el atún», dice Raúl García. WWF/Adena denuncia también que los industriales han recibido, al menos, 6 millones de euros de dinero público para modernizar las granjas. Un dinero que, si no se evita el colapso de la especie, no habrá servido para nada.

Los atunes, como los bonitos, pese a su presencia habitual en nuestras mesas son grandes desconocidos. Se cree que los atunes rojos permanecen los dos primeros años de su vida en el Atlántico. Gregarios, realizan grandes migraciones para alimentarse y reproducirse. Perfectamente adaptados al agua, pueden alcanzar velocidades de hasta 90 kilómetros por hora. Los ejemplares mayores pueden pesar cerca de 700 kilos y medir hasta 4,5 metros. Con esas dimensiones, sólo el hombre, los tiburones y las orcas pueden interponerse en su camino. Todos los años, bien cebados, migran desde las aguas del Atlántico a las más cálidas del Mediterráneo, donde desovan. El atún es un pez perfectamente eficiente, capaz de vivir en aguas con temperaturas de 9,5º a 23º. Posee un sistema denominado rete mirabile (red maravillosa) que le permite refrigerar su sangre sin una pérdida sensible de temperatura. Ese suplemento de calor en el cuerpo le proporciona mayor velocidad que sus presas. Aunque al final, nada le salve de acabar convertido en sushi o sashimi en un restaurante japonés: 60 euros una tapita de 50 gramos, aliñada con salsa de soja (tamari) y wasabi (mostaza verde picante hecha con rábanos).