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Proyecto para aplicar en Valencia la delfinoterapia

El contacto con el delfín provoca en los niños autistas o en los paralíticos cerebrales sensaciones irrepetibles que, aprovechadas en un programa de trabajo educativo, conduce a mejoras de atención, de comportamiento, de aprendizaje o afectivas. Un grupo de profesionales valencianos ha puesto sobre la mesa un proyecto de delfinoterapia, que recibió el tercer premio a la Innovación Educativa 2003, para aplicarlo con carácter experimental en el delfinario de Valencia.

Un equipo de investigadores integrado por Ana María Tomás, Enric Miquel Martínez y Vicent Prieto ha elaborado un proyecto para aplicar en Valencia la delfinoterapia en niños autistas y con trastornos generalizados del desarrollo, que ha merecido el reconocimiento de la Conselleria de Cultura y Educación al concederle el tercer premio a la Innovación Educativa.

Los autores del trabajo, que pertenecen al colegio de educación especial Profesor Sebastián Burgos de El Saler, proponen una terapia con delfines que complemente los tratamientos convencionales, aplicando una programación didáctica completa en las instalaciones del Oceanográfico de la ciudad.

Ana Tomás, precursora del proyecto asegura «que la delfinoterapia da resultados espectaculares y que Valencia, con el delfinario del Oceanográfico, dispone de los medios necesarios para aplicar una experiencia piloto, en principio con niños de nuestro centro y posteriormente, haciéndola extensiva al resto de los colegios de la Comunidad».

Ana Tomás está convencida de la viabilidad del proyecto y su deseo es poder llevarlo a la práctica. «La presencia del Oceanográfico convierte a Valencia en una ciudad obligada a ir más allá del ocio y procurar los medios adecuados para activar una iniciativa piloto, que, de funcionar adecuadamente, podría convertirse en un sello de identidad y compromiso».

«El efecto que los delfines tienen sobre los niños, en especial en los discapacitados, es asombroso», continúa. Así lo ha constatado al acceder a la documentación y experiencia de los delfinarios de Eilat (Israel), Nuremberg (Alemania), Benidorm (Mundomar) y, sobre todo, el de Tenerife (Aquapark). «El delfinario tinerfeño -señala-, dirigido por José Luis Barbero, se ha convertido en referente internacional de la terapia con delfines aplicada a la discapacidad con rigor y metodología».

El niño y el delfín. El niño que trabaja con delfines tiene un incremento considerable de atención, alerta y deseo, lo que supone un comienzo ideal para lograr otros objetivos relacionados con el lenguaje, la motricidad y el pensamiento conceptual.

Los estudios han demostrado que tras el contacto con los delfines se observa una mayor sincronicidad entre los hemisferios del cerebro, así como la presencia de un mayor grado de ondas cerebrales lentas en el espectro de alfa y theta, una situación que activa el sistema inmunológico y autorregula los procesos corporales. «Se trata al fin y al cabo -explica Ana Tomás- de una cuestión física, una situación en la que se desencadena tanta adrenalina que predispone al esfuerzo y a la atención».

Los delfines tienen un cerebro muy desarrollado. Se les considera animales muy inteligentes. Son capaces de producir su propio lenguaje mediante ondas sonoras de frecuencias muy altas, que nuestro oído no percibe, pero que activan nuestra actividad cerebral.

Está comprobado que los sonidos emitidos por los delfines son muy bien captados por los niños autistas, que suelen tener una percepción sonora mayor que la media de las personas.

Los expertos afirman que los delfines detectan perfectamente el estado de salud o humor de una persona y se aproximan a aquél que más lo necesita. Advierten si una persona sabe nadar o no y con éstos últimos son muy delicados.

Lo cierto es que los delfines son muy amorosos con los niños, algo que se aprecia especialmente en los autistas para que liberen sus emociones y disfruten de la sensación de alegría. «Yo he podido comprobar en dos sesiones con delfines resultados de atención y respuesta que en clase me puede llevar un año», afirma Ana Tomás.

El delfín y la escuela. Lo innovador de la propuesta de estos profesores es que la terapia con delfines comprende el período del curso escolar y se integra en el currículo oficial. Sobre los objetivos de la LOCE (Ley Orgánica de Calidad de la Educación), han elaborado un programa que se iniciaría con la evaluación de cada niño, en función de la cual se aplicaría una sesión de trabajo específica. Las actividades en el delfinario constarían de una primera parte preparatoria, una segunda de contacto con los delfines y una posterior de asimilación de la experiencia. Cada niño recibiría una sesión semanal de 45 minutos a lo largo del año escolar.

Asistido y acompañado por el terapeuta, el niño entra en el vestuario para cambiarse, elegir el traje de neopreno y seleccionar el material de trabajo, que incluye la comida para el delfín. Una vez en la piscina, se busca un primer contacto con el animal, adentrándose lentamente y acercándose a él con calma. Comienza aquí una actividad intensiva de unos 15 minutos de interacción continuada con el delfín, en la que las sensaciones dinamitan la coraza del niño, que se ofrece con todas sus potencialidades al trabajo con el monitor. Cuando el niño se despide del delfín, recoge el material y se cambia de ropa para comentar la experiencia, a su manera, de forma lúdica y creativa.

El Oceanográfico. Valencia, con su delfinario en el Oceanográfico y con los ojos del planeta puestos en la Copa del América 2007, está en situación de adaptar sus instalaciones para la aplicación efectiva de la delfinoterapia. El clima de Valencia es suficientemente cálido, las instalaciones son apropiadas, el adiestrador cualificado y el equipo formado por profesores, psicólogos y terapeutas está garantizado por los autores del proyecto.

El beneficio de la delfinoterapia está contrastado desde sus orígenes en Florida EE UU (1950). Se sabe que por sí solo no cura, pero es evidente que mejora, entretiene, maravilla y activa las posibilidades de aprendizaje. Por lo tanto, el delfín hace de fisioterapeuta, logopeda y mascota. Con los niños encuentran una simbiosis especial en el agua. El delfín no hace nada espectacular, salvo obedecer instrucciones, mimar al niño conducirlo por la piscina y actuar de mediador entre él y el monitor.

Para ello necesita un buen adiestramiento. Los delfines ideales para estar entre los pequeños son las hembras, porque los machos pueden ser más imprevisibles al intentar liderar el grupo.

Para cualquier niño, tocar, abrazar y dejarse llevar por un delfín es un sueño y un recuerdo que perdurará el resto de su vida, para un paralítico cerebral, un autista o un síndrome Down puede ser, además, la chispa que desencadene su desarrollo físico, cognitivo o afectivo.

La delfinoterapia no aporta soluciones milagrosas, los padres deben saber que es un método más de trabajo con animales que aporta un estímulo añadido en niños con discapacidad. La sonrisa perenne del delfín y su docilidad es muy útil para iluminar los rincones complejos e imprevisibles de unos niños, que dependen de manera extrema de la rehabilitación.