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Tuiga, un velero de altos vuelos

Tuiga, un velero de altos vuelos

El Marqués de Medinaceli encargó el Tuiga para competir con el velero de Alfonso XIII en la primera década del siglo XX y el barco acabó enamorando al príncipe Alberto de Mónaco casi cien años después

El Tuiga es uno de los cuatro supervivientes de la que se consideró como la primera Formula Uno de la vela. Solo Tuiga, Mariska, Hispania y Lady Anne sobreviven de la clase 15 Metros Fórmula Internacional (15M FI) que llegó a sumar 20 unidades. En esta edición de la Regata Illes Balears Clàssics, que organiza el Club de Mar Mallorca, se reencontrarán en competición dos de ellos: Tuiga y Mariska, que navegarán aparte en el grupo de Big Boats junto al Hallowe’en.

La 15M fue una idea que surgió en una reunión en París de la International Yacht Racing Union en 1907 con el objetivo de que barcos no idénticos pudieran competir en igualdad de condiciones. Los cuatro supervivientes superan el siglo de vida holgadamente y acumulan en sus cuadernas historias de personajes históricos y glamour por un lado, pero también de milagrosa supervivencia por otro.

El Tuiga fue un encargo del Marqués de Medinaceli, Luis Fernández de Córdoba y Salabert. Su idea era competir con otro 15M, el ilustre Hispania del Rey Alfonso XIII, botado en 1909 con un diseño de William Fife III pero construido en los guipuzcoanos astilleros Karpard, con 30 metros de eslora.

El Marqués de Medinaceli quería batirse en las regatas con el barco del Rey y con ese fin encargó también a William Fife un barco algo más pequeño (28,7 metros) que fuera prácticamente el gemelo del Hispania. En esta ocasión el barco sí se construyó en los astilleros de Fife en Escocia. Su casco contaba con un entarimado de caoba con remaches de bronce sobre un armazón de acero. Una auténtica bestia concebida para la velocidad. En los primeros duelos entre Hispania y Tuiga salió siempre victorioso el yate real, fuera por superioridad técnica o por deferencia social.

Tras tres años de gloria, la tecnología también a principios del siglo XX evolucionaba con rapidez aunque a distinto ritmo y en 1912 entró en la competición de los 15M el Istria, un diseño de Charles Ernest Nicholson que preconfiguró el que se asentaría como aparejo Marconi o Bermudian de velas triangulares. Además contaba con un casco de listones de pino mucho más ligero que el de sus rivales. El Istria relegó a puestos secundarios al Hispania y al Tuiga.

El estallido de la Primera Guerra Mundial estableció en la neutral Dinamarca la tremenda competitividad de las regatas internacionales de la clase 15M y allí llegaron tanto Tuiga como Hispania. El primero pasó a llamarse Betty IV bajo la propiedad de un armador sueco. Sin embargo, en 1917 llegó el declive para estos preciosos barcos de competición y cada uno comenzó su particular aventura más o menos afortunada según el caso.

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No fue en principio la peor suerte la del Tuiga pues tras ser rebautizado como Dorina o Kissmet llegó a ganar 26 años después de su botadura una de las grandes: la Fastnet Race de 1935, lo que probaba que su esencia seguía impertérrita.

Un año después, en 1936, el barco pasó a manos de la familia Douglas, que lo mimó durante más de tres décadas y le rindió al signo de los tiempos instalándole su primer motor. En 1970 se incorporó a la actividad de chárter y se le instaló un mástil de aluminio y ahí empezó su declive que se prolongó durante dos décadas.

Afortunadamente, el Tuiga, ya con su nombre original recuperado, se encontró con sus salvadores en 1989. Tres enamorados de la vela clásica: Albert Obrist, William Collier y Duncan Walker removieron cielo y tierra para recuperar el diseño original de Fife, olvidado entonces en el cobertizo de un jardín, y sometieron el velero a una delicada restauración de cuatro años que recuperó el esplendor original del magnífico barco. El rejuvenecido Tuiga volvió a competir con barcos clásicos y volvió a ganar gracias a su perseverante esfuerzo.

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No es extraño que llamara la atención de los responsables del Yacht Club de Mónaco que justo por entonces buscaban un barco insignia para la entidad. Probablemente pesó en la decisión el amor confeso del mítico navegante Eric Tabarly por este barco, al que considera el más bonito de los Fife, pero el caso es que el príncipe Alberto de Mónaco no tardó en autorizar la compra del Tuiga.

Desde entonces, el velero que cumplió en 2009 su primer siglo de vida, se ha mantenido como una de las referencias de la vela clásica internacional y este año podemos disfrutar de nuevo de su silueta surcando las aguas de la Bahía de Palma.